lunes, 20 de julio de 2015

Un ciego y un hombre sin brazos plantan 10.000 árboles en 12 años para repoblar un bosque chino

Jia Haixia y Jia Wenqi son dos de esas personas que se empeñan en devolvernos la esperanza en el ser humano. Por mucho que cierta campaña publicitaria esté obstinada en convencernos, los ciudadanos de este mundo hace tiempo que dejaron de ser extraordinarios. No obstante, de cuando en cuando, nos topamos con ejemplos como los de estos dos hombres, que se esfuerzan cada día por legar a sus hijos un mundo mejor.

Su historia comenzó allá por 2001. Cansados de ver como las empresas les daban la espalda una y otra vez, y les negaban un trabajo por sus limitaciones, decidieron ponerse manos a la obra motivados por algo que ocurrió en casa de Jia Haixia. “Mi hijo llegó un día a casa y me dijo: “Papá, olí una naranja cuando otro niño la estaba pelando y casi pude saborearla”. Pude sentir lo que mi hijo me contaba, que ni siquiera podía comerse su propia naranja. Esto me motivó para seguir viviendo“, explicaba este hombre que quedó ciego a causa de una enfermedad en el año 2000.

Su compañero de aventuras, Jia Wenqi, perdió sus dos brazos en un accidente que sufrió cuando solo tenía tres años. Nada de eso les intimidió. Con 53 años, ni cortos ni perezosos, decidieron unir sus fuerzas para revitalizar la naturaleza de una zona de tres hectáreas situada cerca de un río en la provincia de Hebei, al norte de China.

La pareja diseñó un plan que, por un lado, les permitiera sacar adelante a su familia, y por otro sirviera también para dejar a sus hijos un mundo mejor. Para ello, alquilaron al gobierno local una porción de tierra (que finalmente no tuvieron que pagar porque las autoridades les eximieron de ello) y comenzaron a plantar árboles. Desde que comenzaron su aventura, hace más de 12 años, han plantado unos 10.000. “Yo soy sus manos y él es mis ojos”, comenta Haixia. “Somos buenos socios”.

Cada día salen de casa a las siete de la mañana armados, tan solo, con una barra de hierro y un martillo. Para cruzar el rio, Jia Wenqi carga sobre su espalda a su compañero ciego, para llevarle al pedazo de tierra en el que están desarrollando su labor. Por si su hazaña no tuviera suficiente mérito, como carecen de recursos para comprar árboles, tienen que recoger esquejes de los que ya han crecido en la zona para así aumentar la masa forestal de esta región china y, de paso, proteger a quienes allí viven de las posibles inundaciones.
Para ello, Jia Haixia escala sin ver nada a los árboles, y guiado por su compañero selecciona manualmente los esquejes que luego plantarán. De nuevo en tierra firme, es él quien se encarga de cavar un hoyo donde depositar la planta. Mientras tanto, su socio, pese a no contar con sus brazos, se encarga de que el riego funcione correctamente. Un trabajo árduo y sacrificado que, debido a sus limitaciones, deben realizar lentamente.

Más de 10.000 álamos y sauces lucen ya a las orillas del rio. Además, según cuentan, no entra en sus planes desistir de su cometido. “Aunque no logramos mucho en unas decenas de años, reconocemos nuestro esfuerzo”, aseguran.

Más a menudo de lo que deberíamos, confundimos a jugadores de fútbol y otros deportistas con superhéroes, y elevamos a esta categoría a quienes ni siquiera conocemos. Pensamos que son excepcionales aquellos y aquellas que tan solo nos han mostrado una parte de su realidad por televisión o haciendo comentarios mordientes o ingeniosos en Twitter y Facebook. Sin embargo, pese a que la mayoría de las veces nos neguemos a verlo, los héroes y heroínas de este mundo viven entre nosotros y, como Jia Haixia y Jia Wenqi, tienen nombre y apellidos.

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