lunes, 21 de septiembre de 2015

Colores del otoño

Con el comienzo del otoño, el menor número de horas de luz es el principal factor que provoca la caída de las hojas en los denominados árboles de hoja caduca, o caducifolios. Pero también influyen otros factores como la disminución de la intensidad de la radicación solar y la bajada de temperaturas.

Estos factores en conjunto hacen que se reduzca la eficacia de la fotosíntesis, que como todos sabemos es el proceso por el cual las plantas con ayuda de la luz solar, transforman el CO2 de la atmósfera y el agua en alimento (azúcares).

Conforme avanza el otoño cada uno de estos factores se va haciendo más patente: menos horas de luz, menos intensidad y más frío, que puede llegar incluso a congelar a la planta. Ante esta situación, la productividad de los árboles disminuye, llegando a un punto en que mantener las hojas cuesta más de lo que producen, y por ello lo más inteligente es tirarlas, almacenar todos los nutrientes posibles en la raíz y en el tallo, y esperar a que pase la época de menor productividad (otoño e invierno).

El proceso de caída de la hoja es complejo, y comienza con la paralización de los procesos de síntesis de nutrientes y la reabsorción de todos los nutrientes de las hojas. 

En las hojas existen 3 tipos principales de pigmentos responsables de su color. El mayoritario es la clorofila, responsable del color verde, y es el que se encarga de captar la luz solar para su utilización en la producción de azúcares en las hojas y que constituyen el alimento de las plantas (la fotosíntesis, como hemos mencionado anteriormente). El segundo tipo de pigmentos son los carotenoides, responsables del color amarillo-anaranjado y cuya función es similar a la clorofila: captación de energía luminosa del sol. Y por último las antocianinas, responsables de color rojo-púrpura.

martes, 15 de septiembre de 2015

Innovador proceso para hacer crecer más y con mayor rapidez a los árboles

La novedad posibilitaría al mismo tiempo ayudar a la capa vegetal del planeta a soportar mejor los efectos nocivos del cambio climático.

Científicos británicos descubrieron una forma de hacer que los árboles crezcan más rápido de lo normal y adquieran tamaños mayores, lo cual podría aumentar los suministros de recursos renovables como la madera.

El ritmo de crecimiento de los árboles está determinado por el de la división celular en el tronco, de ahí que los investigadores manipularon con éxito información genética en álamos para conseguir que aumentaran su tamaño y aceleraran el proceso.

El equipo del profesor Simon Turner, de la Universidad de Mánchester, en el Reino Unido, identificó dos genes que pueden dirigir dicha división celular; controlándolos es posible desactivar el patrón normal de crecimiento y decidir el crecimiento a voluntad.

Aunque esto debe ser comprobado más veces y al aire libre, el descubrimiento abre un fascinante camino hacia el desarrollo de variedades de árboles modificados genéticamente que crezcan más rápido y al hacerlo contribuyan a cubrir las crecientes necesidades de mayor cantidad de biomasa vegetal como fuente renovable de biocombustibles.

De igual forma ocurriría con otras sustancias químicas y materiales de utilidad práctica, minimizando al mismo tiempo la liberación adicional de dióxido de carbono a la atmósfera.

Los genes, llamados PXY y CLE, controlan el proceso de crecimiento del tronco, de modo que cuando fueron sobreexpresados, se hicieron más activos que en su estado normal, crecieron el doble de rápido que lo normal y llegaron a ser más altos, más anchos y con más hojas, en comparación con otros de su misma especie.                                                              Fuente: The Mirror