martes, 30 de octubre de 2018

Prohiben los eucaliptos

Varios ayuntamientos gallegos prohiben los eucaliptos en sus bosques: "En Australia lo llaman el árbol gasolina"

Una medida para frenar su proliferación frente a las especies autóctonas y evitar la rápida propagación de los incendios. El eucalipto es la base del negocio forestal en la comunidad gallega y genera 70.000 puestos de trabajo directos.

Hartos de ver los montes gallegos colonizados por eucaliptos, varios ayuntamientos han declarado el veto a nuevas plantaciones.
"Me parece que lo más lógico es defender el árbol autóctono y defender nuestros bosques como fueron toda la vida", dice Luís Fernández, alcalde de Sober, en Lugo.
Quieren preservar el paisaje con especies autóctonas y también evitar incendios. El eucalipto es de combustión fácil y explosiva. "Los australianos lo saben de primera mano, allí lo llaman 'the gasoline tree', el árbol de gasolina", apunta Fins Freixas, de la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galicia.
Pero crece muy rápido y se vende antes que otras especies. "El 3,5% del PIB de Galicia proviene del sector forestal, estamos hablando de más de 70.000 puestos de trabajo directos", señala Santiago García Sánchez, Decano Colegio Oficial de Ingenieros Ténicos forestales de Galicia.
Allí donde se ha plantado coloniza el terreno. En fincas se talaron los eucaliptos hace tres años, pero ya ha rebrotado una nueva generación de forma espontánea y algunos superan ya superan los tres metros de altura. Las 600.000 hectáreas plantadas en Galicia ya duplican lo autorizado para el año 2032. "Tampoco vale de nada sacar un ordenamiento jurídico si luego no se desarrolla, no se implementa y no se hace cumplir", puntualiza García Sánchez.
Vivir sin eucaliptos es posible, como en Sober, Lugo, donde plantan pinos pero cumplen la ley a rajatabla. "Así obtenemos todos los años una rentabilidad y para conservar el medio natural", declara Susana Pérez, presidenta de la Comunidad de Montes Bomente en Sober.
Demasiados eucaliptos hacen caer su precio y también tapan el bosque.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Dos años sobre un árbol

Cuando Colón pisó América por primera vez, Luna (una secuoya de 60 metros de altura) tenía ya 500 años. El 10 de diciembre de 1997 cuando su tronco sobrepasaba los 1000 anillos, el destino y una motosierra se cruzaron en su cepa. Julia Butterfly Hill, una activista de 23 años, decidió interrumpir lo inevitable y encaramándose al árbol impidió la inminente tala. Pasó 738 días entre sus ramas y sin poner un solo pie en tierra obligó a la compañía maderera, tras durísimas negociaciones, a indultar el árbol y a todos sus hermanos cercanos.
 
“Nadie tiene derecho a robar al futuro para conseguir beneficios rápidos en el presente. Hay que saber cuándo tenemos suficiente…” Julia Butterfly Hill en su libro “El legado de Luna”
 
Luna es una de las milenarias secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford en California. A finales de 1997 la Pacific Lumber Company irrumpió en la arboleda de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno de los ecosistemas más importantes de la zona. Pero en su camino se topó con una tozuda mariposa.
 
Julia Butterfly Hill nació el 18 de febrero de 1974 en Arkansas. De familia muy humilde estudió en su casa hasta los 12 años. Su padre era un predicador itinerante y su casa una caravana que compartía con sus tres hermanos. La vida nómada y ambulante y la influencia paterna la educaron en la escasez y el pragmatismo.
 
Cuenta en su biografía que cuando era ya una adolescente, en una de las asiduas caminatas por la naturaleza con su familia, una mariposa aterrizó en su hombro y permaneció con ella durante todo el trayecto… metáfora de la aventura de su vida sirvió también para acompañar su nombre para el resto de sus días…
 
Pero fue con 22 años y una experiencia traumática a modo de grave accidente de tráfico lo que convirtió a Julia en la activista verde que conmocionó a un país entero. El percance dejó graves secuelas cerebrales que requirieron un lento proceso y terapia intensiva. La proporción y el valor del tiempo cambiaron para siempre en Julia que dedicaba sus largas horas de rehabilitación a la contemplación subversiva de los fastuosos bosques Californianos. La crisálida dejó paso entonces a la mariposa.
 
“Me adentré en el bosque y por primera vez experimenté lo que significa de verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después supe que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así conocí a “Luna”…”
 
La vida en el árbol fue muy dura y cambió por completo a Julia. La idea era estar dos semanas hasta el relevo de un compañero. Pero éste nunca se produjo. Un pequeño equipo le suministraba con cuerdas y poleas los víveres necesarios para la travesía, incluyendo unos pequeños paneles solares para cargar el móvil con el que organizaba las entrevistas, captar adeptos para la causa o incluso hablar en directo con el senado norteamericano. Su pequeño hogar, a 50 metros de altura, consistía en una plataforma de 3 metros cuadrados cubierta por una lona impermeable, un pequeño hornillo, un cubo con una bolsa hermética para hacer sus necesidades y una esponja con la que recogía el agua de lluvia o nieve para lavarse.
 
- “[…] Sí, la Pacific Lumber comenzó entonces a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas. Luego montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar comida. Acabe amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura. […] Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa… “ Julia Butterfly Hill . Entrevista para ‘La vanguardia’