miércoles, 19 de octubre de 2016

El datador de árboles

En Santa Iria da Azóia ya crecía este olivo 800 años antes de Cristo. Es el ejemplar más viejo de Portugal, según lo garantiza José Luis Lousada, datador de árboles. Lousada pertenece al Centro de Investigación y Tecnología Agro Biológica de la Universidad de Tràs os Montes y Alto Duero. Desde hace unos años certifica la edad de viejos olivos con un margen de error del 2%, “una insignificancia cuando hablamos de miles de años”, explica.

Un día, André Soares dos Reis, propietario de Oliveiras Milenares, pensó que añadir un certificado de nasciturus aportaría valor a sus ejemplares. “Le dijimos que era imposible”, recuerda Lousada. “Los dos métodos clásicos no sirven para árboles huecos. El de recuento de anillos vale en especies con madera original; en el caso del carbono 14 se necesitan las células más viejas, y esas ya murieron. A partir de los 150 años, olivos y castaños pierden su primera materia”.

El empresario no aceptó la negativa y, ante la insistencia —y la promesa de sufragar los gastos—, Lousada y dos compañeros comenzaron a investigar. Fueron cinco años midiendo anillos de cientos de troncos. “Tuvimos la suerte de coincidir con la época de construcción de embalses y autopistas. Lo que sobraban eran árboles cortados”, recuerda.

El método —patentado a medias entre su universidad y Soares do Reis— es una fórmula matemática obtenida tras incluir cientos de variables, fundamentalmente los patrones de crecimiento. “Necesitábamos calcular el tiempo que una especie tarda en alcanzar una dimensión teniendo en cuenta el clima, la tierra, la latitud, la región, la especie...”. Muchos parámetros que las computadoras engullen y adaptan.

Obtenida la fórmula, sus resultados se compararon con pruebas de carbono 14 realizadas sobre los mismos olivos jóvenes. Coincidían. Al extrapolarla, en árboles de menos de 600 años el margen de error es del 1%; en los milenarios es de apenas 20 años.

El olivo portugués certificado como más longevo tiene una base de 9,21 metros de perímetro, y un pecho de 5,79; en medio hay un hueco que puede dar una falsa impresión. La madera murió, pero la salud del olivo, que Lousada fija en 2.854 años, es envidiable. Las ramas están cargadas de aceitunas y el exterior del tronco sigue creciendo, aunque poco.