viernes, 27 de enero de 2017

Así miman al olivo más grande de España

Plantado en el año 314, bajo el emperador romano Constantino, con 1.702 años y 10,2 metros de circunferencia es el olivo más grande de España.

El sol se pone y decenas de majestuosos árboles proyectan sus sombras sobre la tierra ocre del Levante español. Son olivos milenarios, que hay que proteger de la codicia de comerciantes sin escrúpulos que los arrancan de la tierra en aras de un buen negocio.

Amador Peset Celma, de 37 años, ataviado con un chaleco verde y botas de senderismo, se baja de un 4x4 destartalado y atraviesa el campo a toda velocidad. Se detiene ante un olivo inmenso, que parece desafiar el viento frío.


"Estás posiblemente delante del olivo más grande del mundo, de 10,2 metros de circunferencia", dice con orgullo.

Los diez metros corresponden a más de mil años de historia, según la dendrometría, la ciencia de la medición de la edad de los árboles.

Peset, hijo de agricultores, cuida 106 "monumentos" como éste. Limpia minuciosamente sus enrevesadas ramas y elimina las malas hierbas que chupan su savia como vampiros. Sin intervención humana, "el olivo se muere porque todas las malas hierbas van comiendo, van comiendo hasta que lo secan y lo matan", cuenta al describir la fascinante alianza entre estos árboles y sus cuidadores.

El agricultor Joan Porta, de 75 años, explica que hasta hace unos años estos olivos solían terminar en forma de leña destinada a las granjas.

"Ahora te das cuenta que son árboles de mil años, ¡son únicos!", exclama, mientras observa con cariño al monarca de estos campos familiares, el olivo "La Farga del Arión".

El árbol tiene 1.702 años, según un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid. Fue plantado en el año 314, bajo el emperador romano Constantino. Los olivos, sembrados en España por griegos y romanos, cubren unos 2,5 millones de hectáreas en este país, un cuarto del total a nivel mundial.

viernes, 13 de enero de 2017

Haya arqueóloga

Un haya de unos 210 años de antigüedad se desplomó el pasado invierno y entre sus raíces aparecieron los despojos de un individuo que falleció hace casi mil años.













El pasado invierno, una fuerte tormenta golpeó la localidad de Collooney, situada al noroeste de Irlanda y de algo más de mil habitantes. Tan impetuosa debió de ser la tormenta que arrancó de cuajo un haya de unos 210 años de antigüedad. Entre sus raíces aparecieron unos restos esqueléticos que captaron el interés de los arqueólogos. "A medida que se desarrollaron las excavaciones quedó claro que se trataba de una situación inusual", explica la arqueóloga Marion Dowd en una nota de prensa. "La parte superior del esqueleto salió despedida hacia arriba junto con las raíces, mientras que los huesos de la parte inferior de las piernas permanecieron intactos en el suelo. Al desplomarse el árbol, el esqueleto se quebró en dos partes", añade Dowd, de los Servicios Arqueológicos de Sligo-Leitrim.












¿Fue una maniobra del destino o una casualidad de la naturaleza? La cuestión es que los huesos quedaron a disposición de los arqueólogos. Y los examinaron. El análisis de los huesos, a cargo de la osteoarqueóloga Linda Lynch, ha revelado que corresponden a un hombre de entre 17 y 20 años de edad. La datación por radiocarbono indica que el chico murió en el siglo XI ó XII, entre 1030 y 1200. Su altura era de 1,78 metros aproximadamente, por encima de la media de un individuo de época medieval. "Una afección leve en la columna vertebral sugiere que realizó trabajos físicos desde una edad temprana", expresa el comunicado.