Seguramente cuando el rey Alfonso VIII de Castilla se encontraba planeando la batalla de las Navas de Tolosa durante su estancia en el Castillo de Burgos el roble que hoy emerge distinguido en el bosque situado junto a la granja de Las Mijaradas (Hurones) empezaba a despuntar. Más de 800 años calcula Juan Carlos Chicote que tiene este árbol imponente, cuyo tronco, en su base, mide más de seis metros de perímetro. Ha sobrevivido a batallas, a deforestaciones masivas, pero ahora está a punto de claudicar. ¿Por qué? Porque un ‘gracioso’, un desalmado sin ningún amor a la naturaleza, se le ocurrió, hace unos años, estampar su firma en la corteza. ¿Cómo? Practicando unas profundas hendiduras con una motosierra. Solo para que unas iniciales, una G y una M, dieran testimonio de su paso por este mundo, para dejar constancia de su ego indecoroso. Esos cortes, visibles desde la tierra de labor aledaña al bosque y que luego rellenó de pintura negra, y otro tajo aun más hondo que practicó en el lado opuesto están matando el ejemplar.
El roble está perdiendo la corteza, que parece más bien corcho ya en muchas partes, y varias ramas se están secando en las puntas, «debido a que está perdiendo riego periférico a consecuencia de la falta de savia suficiente provocada por los cortes», señala Chicote, bombero burgalés y un apasionado de la naturaleza. Vecino de Gamonal, desde niño ha frecuentado estos parajes y recuerda haber observado la presencia de gatos monteses, zorros y hasta lobos. En el siglo XV formaba parte de la masa forestal que constituía el cazadero de la realeza, que se extendía sin solución de continuidad hasta Camino Casa la Vega. Ahora mismo su titular es el Arzobispado -igual que de la granja- y quizás por ello este bosque tan singular se ha librado de las talas desde el siglo XVI, cuando la fábrica de pólvora del Castillo comenzó a demandar leña para producir el por entonces novedoso explosivo.
Por los siglos de los siglos ese bosque lo ha presidido un majestuoso roble que, sin duda, «es el árbol más vetusto de Burgos y el alfoz». Se puede ver desde el campo de golf de Riocerezo, aunque quizás no le queden muchos años en pie. Chicote tiene pensado solicitar a la Junta que el bosque donde se emplaza sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC), «pues es necesario preservar un lugar con tanta historia». Advierte, además, que «se encuentra al lado de la calzada Itálica». También tiene previsto contactar con el Servicio de Medio Ambiente de la Junta, para intentar salvar el árbol.
Tampoco está favoreciendo su supervivencia el hecho de que se encuentre junto a una parcela de cultivo. Las pasadas del arado sobre el terreno están dañando enormemente sus raíces, lo que constituye una amenaza más para su estabilidad. Chicote, acompañado por su hija Alba -historiadora-, está apesadumbrado y se plantea incluso organizar una cuestación para adquirir esa tierra. «Habría que intentar salvar este roble, aunque será difícil», afirma.
El bombero burgalés ama la naturaleza. De pequeño sus ídolos no eran futbolistas ni toreros. Lo fue Félix Rodríguez de la Fuente, la mayor prueba de su inquietud por todo lo que rodea el medio ambiente. Así que cualquier atentado contra él lo siente en carnes propias. «Estoy indignado, no me lo puedo creer, porque este roble lo veía cuando era niño y ahora por culpa de un vándalo va a desaparecer», afirma.
Recuerda que muchos burgaleses se acuerdan todavía del mítico Monín, un chopo centenario situado en el Paseo de la Isla, de corpulencia espectacular, que incluso dio nombre a una peña de la ciudad. Fue talado. «El roble de las Mijaradas es mucho más anciano», señala. Calcula que unos 800 años. Él y su hija han contado los anillos de los tocones situados a su alrededor -de un diámetro siete u ocho veces menor- y rondan los 100 años. Fuente: Diario de Burgos
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