El ejemplar no pudo soportar el peso de unas ramas cuya poda
estaba especialmente vigilada.
Más de 500 años desplomados de
golpe y porrazo sobre la dehesa. Es lo que ha pasado con el alcornoque de la
finca La Herguijuela,
uno de los árboles declarados singulares por la Junta de Extremadura. El
domingo día 4 cayó a plomo. No aguantó más el peso de unas ramas cuya poda
estaba especialmente vigilada por los agentes de medio ambiente, un exceso de
proteccionismo que al final ha dejado en el aire la duda de si se le hubiera
podido alargar o incluso salvar la vida si se le hubiera aplicado con mesura la
tijera.
El propietario de la finca en la
que estaba ubicado, en el entorno del Parque Nacional de Monfragüe, cuenta que
hace veintitantos años el árbol estaba sano y con vitalidad. «Con el montón de
ideas proteccionistas que aparecieron dejamos de sacarle el corcho; los
biólogos de la Junta
aconsejaron no tocar un árbol tan singular para de esta forma no causarle
ningún estrés», explica Miguel Cremades. A partir de ese momento, el ejemplar
empezó a verse atacado por hongos en su corteza, a perder vitalidad y
aparecieron el gusano 'cerambys' y las ramas secas.
A pesar de ello, hace 10 años el
personal de la finca probó a hacerle una poda muy discreta que consiguió que
ganase algo de vitalidad. «Enseguida vinieron los agentes medioambientales a
decirnos que cómo habíamos hecho aquello sin su permiso, con lo que no hemos
vuelto a ocuparnos del árbol con las consecuencias que ahora vemos», confiesa
Cremades, que cree que la muerte de este alcornoque debería servir para replantearse
si la política forestal que se aplica en Extremadura es la adecuada.
Este Abuelo recién fallecido es
lo que los expertos califican como un rodal selecto. Se trata de un árbol padre
del que se han ido repartiendo hijos por toda Extremadura. Ahora, tendido sobre
la dehesa del norte de Cáceres, se le han estado buscando bellotas con las que
crear un pequeño vivero que le otorgase todavía más pervivencia, pero no se ha
encontrado ni un solo fruto. Los daba en mejores tiempos, cuando era un árbol
sano al que se también se le sacaba buen corcho, una práctica que se dejó por
miedo a las restricciones a las que su singularidad legalmente obligaba.
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