Adrienne Soundele se define como "gente de selva". Residente en Abiyán, capital económica de Costa de Marfil, nació en una ciudad al sureste del país donde su madre tenía plantaciones. Su amor por los árboles le viene desde muy pequeña y de familia, pero fue en 2008 cuando convirtió su pasión en activismo. Aquel año falleció su tío abuelo, que había creado la Fundación Soundele Konan en 2003. Ella tomó las riendas y la relanzó. Desde entonces, además de hacerse cargo de sus negocios inmobiliarios y plantaciones de cacao, libra una batalla contra la deforestación.
Costa de Marfil ha perdido 2,1 millones de hectáreas de bosque entre 2001 y 2016, según datos de Global Forest Watch. Esto supone una disminución del 14,1% de su masa forestal en 15 años. "Hay talas e incendios provocados. Y desde que empezaron a desaparecer las selvas por el cambio climático, ha empeorado la calidad del aire", explica Soundele en su domicilio mientras muestra diapositivas sobre la labor de la fundación que dirige.
"No nos damos cuenta de que, cuando hace sol o llueve, nos reguardamos bajo un árbol. Los necesitamos", afirma rotunda. Con este sencillo pero contundente argumento esta mujer de sonrisa enorme trata de convencer a todo el mundo, desde el presidente su país hasta los niños en las escuelas, de que hay que esforzarse más en la tarea de preservar el medio ambiente. "Lo malo es que no nos apoyamos mucho en las evidencias científicas; si lo hiciéramos, nos iría mejor", apostilla, y pasa de diapositiva.
“Aquí plantamos 100 árboles”, comenta sobre una de las imágenes. Además de las campañas de sensibilización, la fundación reforesta allí donde los expertos recomiendan hacerlo. Normalmente, añade, siembran teca. "Crece mucho y en seis meses algunos de los árboles ya son grandes. Aquí la tierra es buena", anota. En el norte arraiga mejor el karité. Su preferido, sin embargo, es el makoré. “Sus frutos gustan mucho a los elefantes que, cuando defecan, crean abono para el propio árbol, y este sigue creciendo”, argumenta.
Las plantaciones a veces son hechas con el apoyo de vecinos voluntarios; otras, son escolares quienes realizan la tarea como actividad de sensibilización. “Los niños lo hacen siempre bajo la supervisión del profesor de Ciencias Naturales”, aclara. "A los colegios vamos con una caravana y plantamos en zonas degradadas por la construcción; así hemos hecho un cinturón verde a la ciudad", detalla. Con estas campañas, la fundación ha reforestado más de 522 hectáreas.
Para concienciar a los más pequeños, también desarrollan otras iniciativas. "Al final de año convocamos un concurso para premiar al mejor dibujo de un árbol”. A la niña que ganó la última edición le regalaron una cámara de fotos, relata Soundele. "También organizamos excursiones a jardines botánicos". En 2013, la organización lanzó un proyecto para explicar a los críos la relación entre la vegetación y la calidad del aire, y enseñarles cómo podían comprometerse en la preservación del medio ambiente con pequeñas acciones. “La fundación ayudó a los profesores a elaborar un libro didáctico para transmitir esta educación”, continúa con pasión.